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25/09/2006 · Soltar amarras!
?Si no recuerdas la más ligera locura en que el amor te hizo caer, no has amado?
William Shakespeare
Y es que el amor es una continua locura tras otra. La primera, abrirle las puertas de nuestro corazón. Pero ya lo decía San Agustín, no hay mejor invitación al amor que amar primero.
Y en estas meditaciones me encuentro estos días, bajando guardias y desplegando velas; a riesgo de que la suave brisa del mar se convierta en huracán y hunda mi pequeño bote. Pero? ¿no merece la pena zarpar siempre?
Conozco a mucha gente que muere de amor sin saber que en realidad muere de cobardía; no comprenden que el amor no es una persona concreta, sino una idea, y que parte de nosotros mismos. Que el amor verdadero no es encontrar alguien a quien deseemos amar, sino a alguien que merezca ser amado y que corresponda a nuestro amor y haga que este se realice.
Sufrir de amor es algo que también parte de nosotros mismos, los desengaños no deben nunca ser determinantes en nuestras futuras decisiones, pues la persona que posteriormente pueda merecer ser acreedor de nuestros sentimientos, resulta perjudicada.
El miedo es por tanto el peor enemigo del verdadero amor. Hemos de ser conscientes que la vida no es la búsqueda de la persona que nos complemente, sino que esto surge en función de cómo adaptamos nuestra vida a nuestras circunstancias y nuestros sueños.
El miedo puede hacer que dejemos pasar la oportunidad de estar con esa persona con la que debemos estar; y los trenes que pasan nunca vuelven a la estación en la misma dirección la vez siguiente.
El otro día citaba, a propósito de un corazón roto, a un filósofo muy conocido por la gente de mi edad: Macaulay Culkin. Ese genial actor que empalagaba nuestras navidades a fuerza de ser olvidado en sucesivas películas por los degenerados de sus padres, que nunca perdían una maleta pero se iban dejando al niño por todas partes; no es de extrañar que con semejante repertorio fílmico, nuestro diminuto héroe se diese finalmente a la coca y la bebida como posteriormente ha sucedido.
En fin, no viene al caso mas que para citarle como narrador de una de las mejores metáforas (por su sencillez) que mis oídos han escuchado sobre los corazones rotos.
Le cuenta a Macaulay la típica pordiosera de Central Park, que anteriormente (por supuesto) era multimillonaria; y que se hizo pordiosera, no por vocación, como increíblemente descubrí que pudiera ocurrir en esta película (que por cierto aun no he nombrado, se trata de la infumable destrozaparrillas del día de Navidad, Sólo en casa 2) sino porque un día le rompieron el corazón y decidió que no quería que se lo rompieran de nuevo, y por eso lo mejor es irse a Central Park, comer basura y empujar un carrito con, por supuesto, quince perritos.
Macaulay le escucha y dice la única frase por la que merece la pena haber sufrido dos o tres traumas en mi infancia al ver esta película. Le cuenta una historia, que para desgracia de usted, lector; se le va a quedar grabada en la cabeza y no podrá dejar de repetirse en los momentos más aciagos.
Cuando yo era pequeño quería unos patines con toda mi alma. Le pedí a Papa Noel que me trajera unos por navidad. Y cuando lo hizo? fui completamente feliz? ahí estaban los dos patines más maravillosos que hubiese visto nunca. Eran tan bonitos que los guardé debajo de la cama por miedo a que se me estropeasen si me los ponía? todos los días los sacaba de su escondite y me pegaba horas mirándolos, viendo lo bonitos que eran y cómo relucían. Me encantaban esos patines? Un día, decidí que ya era hora de probarme los patines, aunque se estropeasen un poco, pues a fin de cuentas, me los había comprado para poder patinar? Pero cuando fui a ponérmelos? me venían pequeños, pues había crecido demasiado. Y nunca pude patinar con ellos.
La pordiosera le mira comprendiendo, Macaulay le pregunta entonces que para qué quiere su corazón si no lo va a utilizar?
Puede resultar una moraleja muy estúpida, es cierto, pero en esto del amor, las cosas son muy simples y no atienden a argumentos ni a cuestiones filosóficas; se siente o no se siente; punto.
Los corazones rotos se arreglan y se vuelven a romper, lo triste sería que dejáramos pasar una sola de estas oportunidades por miedo a romperlo de nuevo.
Hoy me encuentro en esta situación, sintiendo cómo late de nuevo mi remendado corazón, y soltando más vela si cabe que en anteriores ocasiones, pero la meta es Ítaca, y tengo mucha prisa por llegar hasta ella. Sé que en el camino encontraré sirenas, Cíclopes y toda una Odisea, pero si se ha de romper el barco por navegar con él, que se rompa. Lo triste sería dejar de salir a la mar por miedo a morir ahogado. Además, por uno sólo de sus besos merece la pena naufragar mil veces, ya lo dijo en su día Kavafis?
?Si vas a emprender el viaje hacia Ítaca,
pide que tu camino sea largo,
rico en experiencias y en conocimiento.
A Lestrigones y a Cíclopes,
o al airado Poseidón nunca temas,
no hallarás tales seres en tu ruta
si alto es tu pensamiento y limpia
la emoción de tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones y a Cíclopes,
ni al fiero Poseidón hallaras nunca,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no es tu alma quien ante ti los pone?.